No estamos hablando de una versión cualquiera, sino de la que se ha hecho sobre la base de “Cien años de soledad”, que no es solo una de las novelas más celebradas de la literatura latinoamericana (y mundial, ciertamente), sino una obra cuyo renombrado autor se rehusó a ofrecer para cualquier tipo de adaptación cinematográfica.
Tras la muerte de Gabriel García Márquez -ese autor-, los derechos de las obras que hizo quedaron en manos de su familia, lo que quiere decir que, cuando Netflix decidió llevar la ambiciosa historia al mundo del ‘streaming’, tuvo que contar con la aprobación de los dos hijos del escritor, Rodrigo García y Gonzalo García Barcha.
Estos han defendido la decisión asegurando que su padre les dijo en algún momento que estaría dispuesto a reconsiderar su posición en el caso de que el proyecto contara con el suficiente número de horas en pantalla y de los recursos necesarios como para hacerle justicia a su memorable creación.
Sea como sea, “Cien años de soledad” se encuentra ya a disposición en la plataforma citada, al menos en los que respecta a los ocho primeros capítulos de una serie que se extenderá hasta los 16 en una segunda temporada. Tras ver cuatro de ellos, estamos en condiciones de afirmar que se trata de una adaptación espectacular en la que se ha puesto todo el cuidado del mundo, que resulta tremendamente entretenida y que es mucho más fiel al libro de lo que se esperaba.
Haberlo logrado no puede haber sido fácil, como lo reconoce en primer lugar Álex García López, el director principal de la primera temporada, quien se encargó en esa capacidad de los episodios 1, 2, 3, 7 y 8, y que sintió naturalmente temor ante el monumental reto, lo que tiene sentido cuando se considera de que, además de los recelos y de las expectativas que existían sobre esto, no es un colombiano, sino un bonaerense que se crió desde la adolescencia en el extranjero, más precisamente, entre Londres y Los Ángeles.
“Cuando me contactaron, dije que sí de inmediato, sin pensarlo ni analizarlo, porque nunca había hecho algo en Latinoamérica; y fue después que vinieron las noches sin dormir, el pánico y todo lo que llega al aceptar una responsabilidad tan grande”, nos dijo el realizador -que ha dirigido capítulos de series estadounidenses en inglés como “The Witcher”, “Daredevil” y “Star Wars: The Acolyte”- durante una reciente entrevista.
“Pero Rodrigo García fue muy respetuoso durante el proceso, incluso cuando no se quiso involucrar [como director] pese a que es un cineasta”, señaló nuestro entrevistado, en alusión al creador que nos ha ofrecido títulos cinematográficos tan logrados como “Last Days in the Desert” (2015) y “Four Good Days” (2020). “Me dijo: ‘Que no te pese el libro de mi papá. Haz lo que sabes hacer, seguí tu corazón y disfrútalo”.
Unos actores comprometidos
Los desafíos de la serie se hicieron naturalmente extensivos al reparto, sobre todo al de filiación directamente colombiana, que es el que predomina en la producción y que, por razones naturales, ha estado expuesto al legado del célebre literato latinoamericano de manera constante y desde temprana edad.
Para quien esto escribe, uno de los personajes más fascinantes de “Cien años de soledad” es Aureliano Buendía, uno de los hijos de Úrsula Iguarán y José Arcadio Buendía, así como un hombre particularmente serio y conflictivo que, luego de perder a su primera esposa de manera trágica, se entrega en cuerpo y alma a un papel como líder revolucionario que termina siendo dolorosamente estéril, pero que lo involucra durante muchos años en guerras particularmente sangrientas.
Esto representaba evidentemente un reto mayúsculo para Claudio Cataño, su intérprete en la serie, que contaba con mucha experiencia como actor al haber participado en producciones televisivas como “Comando élite”, “Bermúdez”, “Tiro de gracia”, “Rosario Tijeras” y “Mil Colmillos”, pero que se dio inmediatamente cuenta de lo difícil que iba a ser asumir este rol, como lo dejó en claro durante la entrevista que nos ofreció, en la que se mostró tan emocionado como nervioso.
“Lo primero que tenía que hacer era despojarme de esa gran mitología que viene de afuera y construir al Aureliano que me pertenece y que me corresponde”, fue lo primero que dijo. “Voy a cometer un acto de imprudencia terrible y decir que es lo mismo que hubiera pasado si García Márquez se hubiese puesto a escribir el libro pensando lo que este iba a significar para el resto del mundo y la posibilidad que le iba a dar de ganarse el Nobel”.
Pese a ello, el actor señaló que se trató de un viaje maravilloso, aunque sumamente complicado en aspectos técnicos e interpretativos, ya que requirió de él una concentración total tanto en los ensayos como en el set. “De lo contrario, corría el riesgo de ser mediocre en un trabajo donde todo el mundo era absolutamente extraordinario”, precisó.
“Honestamente, yo lo di todo; y si eso no es suficiente, se trata ya de algo que corresponde a la Naturaleza, pero no al compromiso, porque me rompí el orto para hacer este trabajo”, aseguró con elocuencia. “Me tocó adelgazar mucho, lo que requiere de una disciplina estricta, y me tocó aprender a hablar con el acento [del personaje] y entender la música que este tiene, porque yo soy de Bogotá y Aureliano es costeño. No quería hacer una imitación barata, porque eso es algo que pasa mucho en ciertas producciones audiovisuales”.
La pareja original
El reto no fue menor para sus compatriotas Marleyda Soto (“La tierra y la sombra”, “Los silencios”) y Diego Vásquez (“El Chapo”, “Un bandido honrado”), quienes interpretan a los citados Úrsula y José Arcadio en su etapa más adulta a partir de la mitad del tercer episodio, porque, antes de eso, los papeles de los fundadores de Macondo se encuentran en manos de los jóvenes Susana Morales y Marco González.
En este punto de la historia, Úrsula y José Arcadio conforman una pareja que se sigue amando profundamente, pero cuya relación se encuentra mermada por la obsesión del segundo en el desarrollo de proyectos estrafalarios que ponen en duda su cordura, pese a que es todavía capaz de ofrecer esporádicamente las muestras de valentía y de liderazgo que daba durante sus años mozos.
“Nuestra conexión como actores se dio desde el primer minuto que nos conocimos durante las sesiones de casting, y eso es algo que voy a guardar para siempre en mi memoria y en mi corazón”, señaló Soto. “Pese a que yo sabía evidentemente de la existencia de Diego, que es muy conocido en Colombia, no lo conocía personalmente; y cuando lo tuve a mi lado, sentí que lo conocía de toda la vida”.
Por su lado, Vásquez nos contó que lo primero que hizo al enfrentarse a su personaje fue desligarse de cualquier vínculo moral o ético que pudiera tener con el mismo. “En este caso, fue particularmente difícil, porque se trata de una historia que es tan nuestra que ha influenciado de forma directa nuestro intelecto y nuestra forma de entender la narrativa”, destacó. “Todos nosotros hemos estado conectados con ‘Cien años de soledad’ desde que éramos adolescentes, y hemos crecido con estos personajes”.
Al igual que Soto, Vásquez piensa que haber sido colocado al lado de la actriz en las audiciones fue providencial, porque una vez que descubrió la inmensa química que existía entre los dos, se dio cuenta de que estaba capacitado para desempeñar el papel.
“Fue una simbiosis inmediata, una conexión instantánea”, aseveró. “Hicimos nuestras escenas, lloramos, nos entregamos por completo y logramos darle vida a esta pareja tan fuerte y tan bella. Y eso solo pasa una vez cada cien años”.
La reconstrucción de un mito
La novela se encuentra basada en las experiencias que tuvo García Márquez mientras crecía en el pueblo de Aracataca y en las vivencias de su propia familia, pero se desarrolla en un entorno ficticio e incorpora muchos elementos que provenían directamente de la imaginación del autor. Esto planteaba desde ya un desafío en cuanto a la manera en que se debía representar no solo visualmente lo que se cuenta en ella, sino también en el plano auditivo, porque, en esta adaptación, algunos personajes hablan en idiomas locales y se escuchan canciones propias de la región, dos aspectos que no figuraban en el libro.
“La novela parte de un tema universal, con esta pareja joven y enamorada que se va de su pueblo natal para huir de las restricciones de sus padres”, nos dijo López. “Yo creo que Gabo estaba criticando y burlándose de la sociedad, entrando en una utopía casi bíblica, casi comunista, donde todo el mundo estaba feliz, pero que era interrumpida eventualmente por fuerzas externas, con la llegada de [el gitano] Melquíades y sus juguetes científicos, la del gobierno a través de [el corregidor Apolinar] Moscote y la de la religión a través de Nicanor [Ulloa]”.
En sus palabras, la gran interrogante que plantea el libro es si el ser humano es capaz de mejorar como especie o está condenado a repetir los mismos errores generación tras generación, lo que la acerca a las tragedias griegas y a las que fueron escritas por William Shakespeare.
“Sin embargo, era muy importante para mí darle una ejecución visual que fuera única y que capturara la energía caribeña, que es muy compleja, muy divertida, muy apasionante y muy sexual”, detalló. “No quería hacer un típico drama de época como ‘The Crown’ y ‘Downtown Abbey’, que son muy elegantes y muy estáticas, porque este libro es una locomotora que te hipnotiza, te agarra y te sacude a través de un relato que es demandante, pero que es también único”.
En el plano logístico, las exigencias fueron también extraordinarias, ya que se construyeron no una, sino cuatro versiones de Macondo, el pueblo imaginario e icónico de “Cien años de soledad”, lo que requirió de la asistencia de más de mil trabajadores.
“La primera era las más humilde, a las orillas del río, con solo 20 casas; y la última era un escenario exterior enorme que es el más grande en el que he estado, pese a que he trabajado con muchos escenarios exteriores grandes”, describió López.
La magnitud de estos sets le permitió moverse como Pedro en su casa a través de la cámara, que se desplaza frecuentemente en planos largos e ininterrumpidos, recordando lo que se ha visto en las películas de los maestros mexicanos Alejandro G. Iñárritu y Alfonso Cuarón, es decir, dos cineastas que él mismo ha reconocido como influencia.
“Casi todas las puertas y las ventanas se podían abrir; te podías meter en todos los espacios que representaban a la farmacia, la peluquería o lo que fuera”, prosiguió. “El VFX [Efectos Visuales] solo se usó para limpiar determinadas cosas; pero el objetivo desde el inicio fue capturar todos los momentos mágicos e icónicos de la novela de manera práctica, como pasó con la bolsa de huesos de Rebeca, que se construyó realmente y que era controlada por dos asistentes”.
Sin censura
Pese a su fama universal y al hecho de que ha sido puesta a disposición de lectores de muy poca edad, la novela original plantea una multitud de temas para adultos que parten del incesto y llegan hasta la presencia de menores en situaciones que no deberían corresponderles (la pareja fundacional de Úrsula y José Arcadio Buendía está formada por dos primos, y su hijo Aureliano Buendía se enamora de una niña de 9 años con la que se termina casando, por ejemplo).
La serie de Netflix -en la que hay muchos desnudos-es evidentemente cuidadosa en el tratamiento de algunas de estas circunstancias, pero no elimina ninguna de ellas, mientras que los estallidos de violencia que aparecen igualmente en el texto de García Márquez se sienten mucho más intensos al plasmarse con crudeza en la pantalla.
“Cuando adaptas una novela de época, no puedes juzgar a los personajes ni a las acciones de ese momento basándote en la sociedad actual”, retomó López. “Tienes que hacer lo que hizo Gabo, es decir, hablar del machismo y mostrar que esa era una sociedad machista. En esa época, los primos se casaban incluso por un tema racial, porque no querían que la sangre se mezclara; y era muy común que los hombres se casaran con mujeres muy jóvenes”.
En sus palabras, haber caído en la censura voluntaria hubiera significado una falta de fidelidad no sólo al libro, sino también a la Historia. “En los capítulos 6, 7 y 8, quise retratar la guerra en toda su brutalidad, con niños de 6 y 7 años que fueron masacrados”, adelantó. “Contemos las cosas como fueron, y analizemos después de si hemos avanzado o no como humanidad”.