La alta política nos obliga a buscar la moderación. Pero ¿qué pasa si la incertidumbre y la crisis son la norma?

A pesar de todo intento de rebelióna pandemiados intentos de asesinato a Donald Trump, o algo así, a partir de 2020 ya hay bastante locura para el pánico social. A menudo escuchamos frases como “Vivimos tiempos de incertidumbre”, “Estamos pasando por un momento de crisis” o “Esto no es normal”. Pero cuando nosotros No ¿En tiempos de incertidumbre, crisis o anormalidad?

Nos gusta pensar que alguna fórmula secreta puede ayudarnos a afrontar tiempos difíciles. Algunos invocan su fe para superar las crisis de la vida moderna; otros practican yoga, medicina o meditación; algunos simplemente se dan por vencidos por resignación monástica o por desesperación sin sentido. Sin embargo, muchos de nosotros entramos en pánico silenciosamente.

Actuamos así porque hay incertidumbre e inseguridad, aunque alguien en algún momento nos convenció de que los tiempos de incertidumbre son pasajeros. Culpo a los anuncios de seguros.

Quienquiera que fuera, entramos en pánico porque queremos desesperadamente que terminen la incertidumbre y la crisis.

Pero no es así. No puede. El universo está construido sobre ruido y violencia. Las galaxias colapsan y los agujeros negros se tragan las estrellas enteras. Aquí en la Tierra, la gente está descubriendo que tan pronto como termina una crisis, llega otra.

Entonces, ¿qué debemos hacer? Es posible que tengamos dificultades para encontrar la certeza y la normalidad que alguna vez nos prometieron. O podemos dejar de intentar arreglar las crisis y rendirnos al desorden (“¡Déjalo ir y deja que Dios!”, como dicen algunos en Alcohólicos Anónimos).

Otra opción es cambiar nuestra mentalidad. Para empezar, debemos considerar que la incertidumbre, la crisis y la inseguridad son temporales.

Enseño y escribo sobre filosofía mexicana, y una idea clave de esta tradición es que si algo es seguro, es incertidumbre; que la inseguridad y la crisis son “el estado de nuestra existencia”. Los filósofos mexicanos llaman a este estado “accidental” (accidente), la implicación es que la seguridad que perseguimos es sólo un ideal que nunca se ha logrado y nunca se logrará. De hecho, para los filósofos mexicanos, la aleatoriedad describe el estilo de vida de las personas que nunca conocen nada más que dolor y sufrimiento, un estado que llaman “catástrofe” (desastre).

En cierto modo, el desastre nos describe a todos, aunque algunos lo ven con más claridad que otros. “Nuestra norma es nuestra crisis”, escribió el filósofo Emilio Uranga, enfatizando que la experiencia humana “normal” sabe poco sobre estabilidad, seguridad y permanencia. La vida es aleatoria y aleatoria. A menudo nos han dicho lo contrario, pero generalmente en un intento de controlar la forma en que vivimos o pensamos. Uranga nos dice que debemos desconfiar de estas leyendas y tener una “incredulidad” (incredulidad) que aquellos que afirman tener “habilidades de choque”.

Las plataformas políticas a menudo afirman que si aceptamos estos principios, Estados Unidos volverá a la normalidad. Proyecto 2025; si elegimos a Trump, la inmigración ilegal, la inflación y las pandemias desaparecerán; Las guerras culturales sobre el matrimonio homosexual, la identidad de género y la enseñanza de la historia de Estados Unidos desaparecerán si elegimos a Kamala Harris. Votar en un sentido y no en otro, prometen, estabilizará la vida, arreglará las cosas y nos hará sufrir menos por la voluntad de Dios o la selección natural. Pero los sueños conservadores y liberales son en realidad ideales inalcanzables que existen sólo en nuestra imaginación.

Es mejor recordar que los filósofos mexicanos tienen razón: la incertidumbre y la crisis son nuestra opción por defecto. Los tiempos de certeza y calma son los raros momentos en los que necesitamos acumular fe, filosofía, comprensión, sabiduría y gracia para poder afrontar el resto de la vida sin entrar en pánico ni saltar por precipicios políticos o existenciales.

Aprovechemos la lección de estos pensadores, aprovechemos nuestra oportunidad y evitemos mentirnos sobre certezas y curas. Estaremos bien, pero tal vez no porque nosotros mismos hayamos superado la crisis, la incertidumbre y la inseguridad. Tendrá más que ver con acostumbrarse a ellos.

Carlos Sánchez es profesor de filosofía en la Universidad Estatal de San José y autor de “Floreciendo en las ruinas: cómo la filosofía mexicana puede guiarnos hacia el buen vivir“.

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