Alcalde asume su cargo en medio del miedo tras el brutal asesinato de su antecesor en el sur de México

El nuevo alcalde de la capital del sureño estado mexicano de Guerrero prestó juramento el jueves bajo la protección de un puñado de policías y bajo una sombra de miedo tras el sangriento asesinato de su antecesor, quien fue decapitado seis días después de asumir el cargo. correo

Apenas cuatro días después del asesinato de Alejandro Arcos, su segundo, médico y rival Gustavo Alarcón Herrera, asumió como nuevo alcalde de Chilpancingo, una ciudad de unos 300.000 habitantes, sumida en una sangrienta disputa territorial entre dos bandas. se formaron, Los Ardillos y los Tlacos.

Alarcón Herrera prestó juramento como alcalde de la cámara del Congreso de Guerrero, en medio de atronadores aplausos y una multitud de fotógrafos y periodistas. La toma de posesión del médico se retrasó varios días debido a la conmoción y el temor por la muerte de Arcos, cuya cabeza fue encontrada el domingo en el techo de un auto abandonado en una calle de Chilpancingo.

En declaraciones a la prensa, el nuevo alcalde anunció que ya cuenta con seguridad federal, estatal y municipal y ofreció “trabajar en beneficio de todos” para contrarrestar la violencia en Chilpancingo. Poco después, abandonó el congreso estatal bajo vigilancia, que incluía a tres policías armados y una camioneta en la que viajaban cuatro guardias vestidos de civil.

El asesinato del alcalde opositor de 43 años se produjo tres días después del asesinato del secretario del ayuntamiento y nueve días después del asesinato de un capitán del ejército que actuaba como secretario de seguridad pública del alcalde.

El caso ha causado mucha controversia y una vez más puso en duda la política de seguridad de las autoridades mexicanas.

Dos días después de la violencia, la presidenta Claudia Scheinbaum, como tenía previsto desde que asumió el cargo el 1 de octubre, presentó su plan de seguridad nacional, que incluye algunas de las políticas de su antecesor Andrés Manuel López Obrador. Entre ellos, la participación militar en tareas de seguridad pública y el desarrollo de programas sociales.

El plan de Scheinbaum se basa en cuatro ejes: atención a las causas de la violencia a través de programas sociales para evitar que los jóvenes recurran a la delincuencia; unificación de la Guardia Nacional bajo el mando del ejército; establecimiento de un sistema nacional de inteligencia e investigación y trabajo coordinado entre el gobierno federal, los estados, los municipios y el ministerio público.

Como parte de estas políticas, desde principios de este mes 360 miembros de la Guardia Nacional y 300 soldados han sido enviados al occidental estado de Michoacán, uno de los más violentos del país. La Secretaría de la Defensa Nacional anunció este jueves mediante un comunicado que el objetivo es fortalecer la seguridad en la región de Tierra Caliente y garantizar la protección de los productores de limón.

Durante la presentación, el nuevo secretario de seguridad federal, Omar García Harfuch, dijo que se investiga el asesinato de Arcos y reveló que otros cuatro alcaldes -dos de Guerrero y dos del estado de Sinaloa- solicitaban seguridad.

La fuerte presencia del crimen organizado en Guerrero, uno de los seis estados más violentos del país, no es nada nuevo. A mediados del año pasado, autoridades federales dijeron que una manifestación de cientos de personas en Chilpancingo fue organizada por Los Ardillos con el fin de liberar a dos líderes del grupo que fueron detenidos por posesión de drogas y armas.

Los manifestantes bloquearon el tráfico en la carretera de la Ciudad de México al puerto de Acapulco durante dos días, se enfrentaron con las fuerzas de seguridad y robaron un vehículo policial blindado mientras irrumpían en las puertas de la legislatura estatal.

Los manifestantes secuestraron a 10 policías estatales y agentes de la Guardia Nacional, así como a tres funcionarios estatales y federales, y los mantuvieron como rehenes hasta que se cumplieron sus demandas.

En febrero pasado, se reveló que dos pandillas que operaban en Guerrero, Familia Michoacana y Los Tlacos, habían llegado a un acuerdo después de meses de conversaciones con varios obispos estatales. El acuerdo se produjo después de semanas de sangrientos enfrentamientos armados que dejaron muchos muertos.

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